Claudia Guillot, alumna de la 5º Edición del Máster en Terapias Contextuales y de Tercera Generación
Culturalmente tenemos la tendencia de asumir una percepción inadecuada sobre las personas mayores, desde la manera en cómo los nombramos: ¿los podemos llamar ancianos?, ¿viejitos?, o ¿adultos mayores? Pero más allá de pensar en cómo los podemos o debemos llamar, es necesario partir de la visión que tenemos sobre ellos. Antes se pensaba que las personas mayores tenían un gran conocimiento, en muchas culturas eran concebidos de esa forma y se les consideraba como guías, hoy en día, en algunas culturas aún se perciben de esta manera.
Actualmente, la relevancia social que tiene el concepto del adulto mayor, por lo general, tiene que ver con estereotipos que dan como resultado prácticas discriminatorias que afectan su contexto, como el compararlos con los niños, menor atención a sus problemas de salud, acceso limitado a tratamientos y terapias o tener menores posibilidades de ser elegidos para ciertos cargos o posiciones de liderazgo debido a su edad. (Montoro, 1998). Esto, aunado al hecho de cargar con algunos conceptos que muchas veces son erróneos acerca de ellos, como el que se les considere enfermos, dependientes, deteriorados, cansados, incapaces de aprender y aportar, rígidos, conservadores, difíciles de tratar, cerrados al cambio y socialmente aislados, entre muchos otros. (Branco y Williamson, 1982 como se citó en Triado y Villar, 2014).
Si como sociedad se piensa así de la población de edad avanzada, la consecuencia es que nos enfrentamos con las profecías autocumplidas. (Levy, 2003 como se citó en Triado y Villar, 2014). Esto es muy relevante, pues cuando se tiene uno o algunos de estos estereotipos, las personas se convierten en eso mismo que contemplan, encontrándose predestinadas y predispuestas a aceptar en ellas mismas ciertas características que podrían estar alejadas de su realidad. Y se cumple la profecía, ignorando otros caminos u otras percepciones que se podrían tener, alejándose de lo que realmente es importante para ellos.
¿Hacia dónde nos estamos dirigiendo?
Es importante entender qué significa la vejez. No es nada más una etapa del ciclo de vida, hay muchas situaciones que van de la mano con ella y son relevantes para entender más a la persona, como lo son algunos aspectos sociales, culturales, emocionales, de salud, etc. La vejez comprende alrededor de treinta años, un tercio del ciclo de vida. (Triado y Villar, 2014). Se tiene la creencia de que la vejez viene al final, te vuelves viejo y mueres, y no es así, pues un tercio de vida es casi como la adultez y la juventud que abarca una parte importante de tiempo y es necesario pensar en la calidad de vida que va a tener este sector de la población.
No es posible asumir que la población del adulto mayor es simplemente igual que la población del joven pero envejecida. El adulto mayor de hoy en día no se parece en nada al joven que se va a convertir en adulto mayor en el futuro porque ambos provienen de distintos contextos, que podrían ya no ser vigentes.
Resulta complicado estudiar esto sin comprender todo el bagaje social, cultural e histórico que hay detrás del adulto mayor actual (Charles Yac da silva, 2017), para así lograr una proyección asertiva sobre el envejecimiento, cubriendo de la mejor manera posible las expectativas y cambios que se esperan.
Hay que tomar en cuenta que la esperanza de vida se incrementó el doble en los últimos cuarenta años, lo que nos enfrenta como sociedad a un fenómeno completamente nuevo. Este fenómeno de morir a una edad más avanzada y de que disminuya el índice de natalidad ocasiona una inversión de la pirámide poblacional, lo que tiene un impacto en distintos ámbitos, pues llegará un momento en el que no habrá suficiente población joven y se tendrán que adaptar a las necesidades conforme a estos cambios (Charles Yac da silva, 2017), siendo el envejecimiento una etapa cada vez más relevante, por lo que habrá que estudiar a profundidad los contextos y adecuar los cuidados e intervenciones.
¿Y cuál es la relevancia del envejecimiento?
Todo lo que se ha mencionado sobre la atención que se le tiene al adulto mayor es de gran importancia, y es un considerable reto social que podrá ser entendido si tomamos en cuenta las características particulares del envejecimiento, además del hecho de que estas son cambiantes. (Triado y Villar, 2014).
El objetivo es conseguir una vejez activa y productiva, en donde el adulto mayor sea útil, y a través de sus actividades logre tener un rol dinámico y valioso para la sociedad, no solo porque estas lo mantengan ocupado, sino porque realmente él juegue una parte destacada del engranaje social. Se trata de ayudar a las personas mayores a obtener un sentido de vida que los motive, y que logre tener un impacto directo en su calidad de vida.
La función del adulto mayor puede seguir siendo significativa, más valiosa, con mayor productividad e incluso con una mejor salud mental, y es eso lo que debemos de buscar. Este es el enfoque que deberíamos de pretender dentro de nuestra sociedad para ellos y para nuestro propio envejecimiento.
Un enfoque de salud que pretenda no sólo que no exista la enfermedad, sino que se oriente también en la parte emocional y social, y así lograr que se empate con las mejoras médicas y físicas (Triado y Villar, 2014). Buscar seguir viviendo de manera satisfactoria, productiva y valiosa. Lograr una vida que valga la pena vivir durante la vejez.
En conclusión, tener siempre presente la relevancia del envejecimiento, el impacto que tiene en muchos ámbitos, desde el cómo lo conceptualizamos y hasta la forma en que repercute en aquel que se convierte en un adulto mayor. Es preciso y necesario considerar todos estos factores para así poder construir un mañana para los adultos de hoy que los lleve a un envejecimiento digno y satisfactorio.
Referencias
Triado y Villar (2014), La psicología del envejecimiento: conceptos, teorías y métodos. Psicología de la Vejez, (pp. 23- 30), Alianza Editorial.
Montoro, J. (1998): Actitudes hacia las personas mayores y discriminación basada en la edad». RevistaMultidisciplinar de Gerontología, 8, pp. 21-30.
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