Juan José Ruiz Sánchez
En los últimos años en la psicología académica-universitaria se está auspiciando los llamados enfoques transdiagnósticos. ¿Son la última frontera? Básicamente lo que se buscan son los “mecanismos y factores comunes” que subyacen a diferentes formas de sufrimiento humano expresadas y clasificadas en los sistemas diagnósticos vigentes (DSM-V y CIE-10). Se parte del fracaso habitual de la validez (de contenido, constructo y predictiva) de estos sistemas como formas de abordar el sufrimiento humano y darles solución en base a clasificarlos mediante varios criterios. Como alternativa se propone el sistema RDoC (“Research Domain Criteria Iniative”), auspiciado por la asociación de psiquiatría estadounidense. Este sistema tiene gran acogida en la psicología universitaria cognitivo-conductual.
El fundamento teórico de los RDoC es el presupuesto axiomático de que los trastornos mentales son trastornos biológicos de circuitos cerebrales que estarían implicados en diferentes formas de enfermar mentalmente. Estas formas de enfermar se expresan de diferentes maneras pero tienen unas bases comunes (de ahí lo del transdiagnóstico). En esta moda (tiene mucho de moda) se sumergen varias disciplinas como la neurología, la neuropsicología y la psicología cognitiva-conductual.
En gran parte de la psicología cognitiva-conductual (afortunadamente no en toda) se aboga por “identificar esos factores comunes” a las diferentes formas de psicopatología. Para ello, se elaboran complejas metodologías correlacionales para obtener el listado de factores e incluso el potencial factor general.
¿Y qué problema hay?
Uno de los grandes problemas de la propuesta RDoC y con ella del “transdiagnóstico” es su propia concepción de trastorno mental. En psicología, esta concepción está anclada en el “conductismo metodológico” (actualmente expresada como cognitivo-conductual y neuropsicología). Por un lado el sistema de biomarcadores fiables y contrastados de los trastornos mentales es muy escaso o nulo a pesar de su larga trayectoria desde la propuesta kraepeliana a finales del siglo XIX. Por otro lado, el organismo humano responde como un todo, no como un entre propulsado o inhibido por circuitos cerebrales (Marino Pérez, 2009).
A esto hay que añadir que los defensores de los trasndiagnósticos (neurólogos, psiquiatras, psicólogos e investigadores del cerebro) continúan buscando dentro de la cabeza de los individuos los posibles fallos generales que subyacen al sufrimiento humano.
¿Topografía o geología?
Desde una perspectiva conductista radical, que no metodológica, que va a la raíz de las cosas mismas y no solo a su presentación, por muy elaborada y común que el sufrimiento se presente (lo que puede tener ventajas, pero sigue siendo una explicación a medias ahora confundiendo las formas con las causas); e incluso cuando las propuestas contextuales- funcionales (una forma de conductismo radical) se limita a la topografía común del sufrimiento humano (ya se llame hiperreflexividad o se desglose en el hexaflex en seis procesos) sin dar un paso más radical y preguntarse-nos que relaciones con las circunstancias de la vida llevan a esa hiperreflexividad, nos quedaremos a un nivel donde todo girará en torno a definir topografías o morfologías conductuales más precisas, pero al fin y al cabo seguirá siendo un asunto topográfico (forma del terreno en términos físicos) sin plantearnos cómo se conformó dicho terreno.
Si bien es cierto que la topografía nos orienta sobre como asentarnos en el terreno clínico del sufrimiento y tener “un mapa guía” para abordarlo, por sí sola conlleva una “tecnocracia terapéutica” muy pragmática hoy en día muy valorada. Más si cabe en el contexto social competitivo en el que estamos inmersos. Al final, no deja de ser “trabajar con las formas o estructuras” más que con la “geología” que conforma aquella, geología que no es sino el sujeto global en sus circunstancias vitales actuales y pasadas.
Conclusión
Ir a la raíz de las cosas mismas conlleva preguntarnos qué circunstancias de la vida sociocultural y que formas prácticas de vivir (acciones operantes) conllevan consecuencias que aparecen identificadas en las formas topográficas que la propuesta transdiagnóstica busca identificar. El transdiagnóstico puede ser un paso útil, pero desde luego no es el último paso. Confundir la topografía con el análisis funcional del sujeto en sus circunstancias vitales es más obscurantista que esclarecedor.
Bibliografía
Pérez Álvarez, M. (2009) Phenomenology and behaviorism. A mutual readjusment. Philosophy, Psychiatry and Psychology. No 15 pp.199-210.
Ruiz Sánchez, J.J. (2015). Psicoterapia conductual-adleriana. A.E.P.A.
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