– Unos párrafos sobre su origen y sus principios –
Al escuchar Psicoterapia Analítico Funcional (PAF) es fácil relacionarla con alguna clase extraña de psicoanálisis o similar, y la verdad es que no es un error demasiado grande: comúnmente se acepta que las terapias psicodinámicas usan la relación terapéutica como herramienta para el cambio, creando conceptos como “transferencia” y “contratransferencia” para referirse a esos procesos que han de ser manejados por el clínico en beneficio del paciente. En PAF no nos referiremos a dichos procesos, si bien el lector encontrará equivalencias obvias.
Lo cierto es que dichos procesos se dan gracias a la comunicación existente entre las dos personas que forman parte del proceso terapéutico: más allá de las técnicas empleadas, más allá de los ejercicios realizados, parece que lo fundamental en una terapia es la comunicación entre los participantes en sí misma.
Cuando hablamos de comunicación, hablamos de lenguaje, de una acción que es llevada a cabo de manera intencional; cuando hablamos de lenguaje, hablamos en definitiva de conducta.
Cuando se empieza a estudiar el lenguaje como un proceso cognitivo, es inevitable hablar de Noam Chomsky, estudioso de las estructuras profundas que generan el lenguaje. Según sus investigaciones, existe una especie de “órgano del lenguaje”, de origen innato y universal, que capacita el desarrollo lingüístico.
Su propuesta tiene un mérito realmente innegable: en un tiempo en el que la psicología cognitiva, la lingüística y el conductismo no ofrecían una respuesta satisfactoria, Chomsky ofreció una elaborada teoría que pretendía no sólo observar y describir, sino también explicar y predecir, un fenómeno tan complejo como el lenguaje humano.
Uno de los argumentos a favor de su tesis es la crítica contundente que hizo al intento de Skinner a la hora de explicar los procesos verbales de manera conductual en “Conducta Verbal”; entre otras cosas, Chomsky realizaba las siguientes oposiciones a Skinner:
- Los seres humanos adquieren lenguaje independientemente de sus experiencias previas.
- Existen trastornos que afectan a todas las capacidades cognitivo-conductuales y no al lenguaje, y viceversa.
- No se desarrolla, estructuralmente, un lenguaje, por aproximaciones sucesivas: o existe o no existe.
- La facilidad de aprendizaje del lenguaje para niños, en contraste con la dificultad que supone para un adulto.
- No existe un reforzamiento de las respuestas de los niños, es decir, los padres no instruyen a sus hijos, más bien son los hijos quienes van adquiriendo el lenguaje de alguna manera al observarlo de sus padres.
- Generamos oraciones nuevas continuamente, incluso aunque no tengamos experiencia con ellas, por lo que no se deben a un aprendizaje anterior.
El problema de estas críticas es que se basan en un entendimiento pobre de la obra misma de Skinner, dando la impresión de que Chomsky realmente “entendió lo que quiso”.
Un buen conocedor de las leyes del aprendizaje sabe que precisamente dichas leyes aportan una flexibilidad enorme, gracias a procesos como generalización de respuesta, equivalencia funcional o el aprendizaje de reglas, que hace posible que ocurran respuestas derivadas cuya relación con la historia previa parece a priori inexistente.
En el auge de las terapias de conducta, muchos terapeutas estaban esperando que surgiera una teoría o un conjunto de conceptos que permitiera aplicar los principios conductistas al lenguaje, más allá de “Conducta Verbal”, y que esa aplicación fuera igualmente válida para las situaciones que pudieran darse en consulta.
Parece ser que fue esa necesidad la que motivó tanto a Robert J. Kohlenberg como a Mavis Tsai, quienes propusieron su propio modelo, llamándolo Psicoterapia Analítico Funcional, dando un avance en la aplicación de los principios de aprendizaje a las situaciones clínicas verbales en consulta.
PUNTOS CLAVE
CONDUCTISMO RADICAL
Dejando atrás el significado de radical como “extremista”, recordamos que lo radical es aquello que va a la raíz del asunto, a lo profundo, y no a lo superficial.
Cuando hablamos de conductismo radical hablamos de estudio de la conducta de manera profunda e inevitable, y para ello asumimos que tanto un evento público observable como un evento privado no accesible por un observador es conducta. Tanto hablar, como beber, pensar, sentir o sufrir son conducta.
En este sentido, cuando alguien afirma “siento miedo”, para conocer exactamente a qué se refiere debemos conocer su historia de aprendizaje previa en la cual ciertos estímulos discriminativos provocaron la conducta a la que se refiere la persona como “siento miedo”, y bajo qué control estuvo.
Debemos ir a los antecedentes y al aprendizaje que para la persona significa decir “siento”, y lo mismo para “miedo”, y sólo entonces podremos tener una comprensión profunda de aquello que nos puede estar diciendo.
En definitiva, se asume que:
- El conocimiento es contextual
- La conducta no necesita el mentalismo
- Toda conducta (incluida la verbal) es fruto de un proceso de aprendizaje que depende en última instancia de la historia de aprendizaje de la persona.
LA CUESTIÓN DEL REFORZAMIENTO
Asumiendo la naturaleza conductual de cualquier evento, recordamos el procedimiento de reforzar como medio para aumentar la probabilidad de aparición de conductas.
En consulta, ese es el proceso principal a la hora de aumentar el repertorio conductual del cliente, y por eso conviene especificar a qué nos referimos y qué debemos tener en cuenta:
- Un reforzador tan sólo tendrá dicho carácter cuando se haya observado su propiedad de aumentar la probabilidad de aparición de una conducta.
- Un reforzador tan sólo lo es en su contexto; si el contexto cambia, el objeto reforzador cambia.
- El reforzamiento es un proceso inconsciente: simplemente sucede, y nosotros podemos referirnos a los productos de dicho proceso, como sucede cuando pensamos o sentimos en relación a ello. Tener consciencia de ello no es necesario para que el reforzamiento se produzca.
OBSERVACIÓN Y DEFINICIÓN CONDUCTUAL
A la hora de observar, discriminar y definir conductas, se ha usado comúnmente a observadores entrenados en aquello que debían observar. Si un experimentador quería registrar todas aquellas veces que un ratón presentaba conducta social, antes ha debido tener experiencia observando conductas relacionadas.
En el caso de humanos, ocurre algo parecido. Alguien que deba anotar el número de veces que un jugador de baloncesto realiza una acción concreta, debe tener experiencia en observar conductas al menos relacionadas.
En este último caso, si además el observador ha sido jugador de baloncesto, seguramente discriminará mucho mejor la conducta que debe observar y definir.
Avanzando en complejidad, si queremos observar y discriminar una conducta de ansiedad o ciertos problemas interpersonales, la experiencia del propio observador en el contacto con esos eventos es fundamental. Un terapeuta será tanto mejor discriminador de conductas problemáticas (ya sea interna o externa) cuanto más experiencia tenga, ya sea observándolo en otros o habiéndolo experimentado él mismo.
Tal y como afirman Kohlenberg y Tsai (2008), es más fácil para los terapeutas ver y definir conductas clínicamente relevantes si la conducta objetivo forma parte de su repertorio.
Los autores plantean que la observación y definición sólo puede realizarse si la conducta relacionada con el problema aparece en sesión y si el terapeuta tiene dicha conducta en su repertorio personal.
De este punto, el lector puede tener ciertas dudas que se aclaran a continuación:
- ¿Eso significa que un terapeuta debe haber hecho todo lo que ha hecho el paciente?
No. Significa que cuánto más se acerque la conducta del cliente a alguna que exista en el repertorio del terapeuta, más hábil será este último a la hora de discriminarlo. Si un cliente nos habla de su pasión por los coches, y nosotros compartimos dicha pasión, nuestra apreciación de dicha conducta será mayor. Si un cliente siente ansiedad en situaciones sociales y nosotros hemos tenido dificultades en algún momento de nuestra historia relacionadas, podremos observar y discriminar mejor dicho evento.
- En mi historia personal no hay absolutamente nada relacionado con la conducta del paciente, ¿qué problemas puedo tener?
Podrás tener dificultades derivadas de la discriminación conductual. Esto no imposibilita una relación terapéutica, y requiere que se realice un esfuerzo mayor en conocer la historia de la persona que tenemos delante.
- En mi historia personal existen conductas muy parecidas, y de hecho son problemas que yo mismo tengo en mi vida diaria, ¿en qué manera puede eso ayudarme en la relación terapéutica?, ¿no tendría que derivar a otro compañero?
Dicha situación es un arma de doble filo: si bien puede hacer que la relación terapéutica sea más potente, el terapeuta puede caer en reforzar eventos poco convenientes. La decisión y responsabilidad siempre debe quedar en el propio terapéutica, y en estos casos se recomienda que se tenga especial atención a la hora de elegir, y sobre todo consultarlo con compañeros que tengan similar experiencia en el modelo. Una buena idea, que siempre debe ser considerada si el contexto es el adecuado, es incluir observadores experimentados en las sesiones, de manera que pueda aportar feedback de lo ocurrido al terapeuta.
GENERALIZACIÓN
El avance terapéutico no sirve de nada si aquello que se consigue en consulta no ocurre en el entorno del paciente. Si hemos conseguido que el paciente se abra con nosotros y nos cuente cómo se siente y aquello que piensa, pero eso no ocurre en su relación de pareja (teniendo en cuenta que acudía a terapia por problemas relacionados), hay algo que se nos está escapando.
Cuando eso ocurre, suele suceder que estemos haciendo un análisis y una intervención teniendo en cuenta la topografía de las conductas, y no la funcionalidad. Para que suceda al contrario (o mejor dicho, para incluir la funcionalidad a la topografía), debemos conseguir que la consulta sea un “campo de batalla”, en la misma manera en que lo es su situación problemática interpersonal en el día a día.
Sólo de esta manera podremos conseguir que los avances que consigamos en consulta se extrapolen a su vida diaria, ya que estaremos reforzando/extinguiendo conductas en su dimensión funcional-contextual-dependiente.
Si conseguimos generar una discusión en sesión y que el paciente sienta ganas de no decirnos lo que siente, y aún así expresa su descontento con la situación, muy probablemente aumentará la probabilidad de dicha conducta en su entorno diario (siempre y cuando haya recibido el adecuado reforzamiento genuino por nuestra parte).
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