Las Terapia Contextuales como progreso anti-moderno

Hace poco tuvimos la suerte de consultar el excelente artículo escrito por Esteve Freixa y Baqué (¿Qué es conducta?, 2003) y María Xesús Froján Parga (Análisis de la conducta verbal durante el proceso terapéutico, 2013), titulado “La falacia del argumento cronológico: reflexiones acerca de la confusión entre modernidad y progreso y sus repercusiones sobre el desarrollo de la psicología”, y sobre el que nosotros hacemos hoy un comentario.

Nos parece excelente por varios motivos, pero quizás sea el primero de ellos el hecho de que supone una toma de perspectiva, tanto para los que estamos “dentro” como para los que poco a poco observáis cautelosos desde el exterior, de aquello que llamamos terapias contextuales o de tercera generación.

Dicen los autores que no todo lo moderno es progreso, ni todo el progreso es necesariamente moderno, y con razón: nos encontramos en un punto, en psicoterapia, en el cual empezamos a salir de una “enfermedad”(si se nos permite el uso de la analogía biomédica, prometemos que será tan sólo durante unas líneas) cuyos síntomas son: proliferación de modelos teóricos sin una base experimental, proliferación de metodología aplicada sin una base teórica (esto mismo en las propias terapias contextuales también, por supuesto), confusión entre eclecticismo técnico y filosófico, y un peligroso aumento de argumentaciones post-modernistas (qué, al igual que la fiebre, puede ser letal).

La causa de dicha enfermedad bien puede estar en las condiciones antecedentes (como no podía ser de otra forma), siendo la principal el rechazo de los supuestos conductistas por numerosos autores cognitivistas que, sin leer si quiera a Skinner, Kantor o Sidman entre otros muchos, erraban al equiparar neo-conductismo con conductismo watsoniano. Entre las causas, también podríamos encontrar esa idea romántica que nos lleva al rechazo del “reduccionismo” que imponen los científicos conductistas y que, supuestamente, niega la individualidad de cada ser humano.

Volviendo de nuevo a los autores, María Xesús y Esteve argumentan de una manera simple y elegante que el análisis funcional en tres contingencias (Estímulo discriminativo, Respuesta, Estímulo reforzador), siendo a su vez el propio Estímulo Discriminativo un estímulo reforzador, no tiene nada de “reduccionista” al menos en el sentido en que critica quién, sin embargo, asumiría que las 27 letras del abecedario español son más que suficientes para generar una riqueza infinita en nuestra lengua materna: esta contingencia de tres términos, la base del análisis experimental de la conducta, refleja una riqueza de conducta pública y privada sin fin, además de permitir la enorme complejidad del comportamiento humano.

En este sentido, el caso de las terapias contextuales es curioso: son un avance, pero en su base retroceden sobre el paradigma cognitivo. Retroceden, decimos, porque vuelven a poner el foco en los supuestos que mayor evidencia empírica tienen, tanto en investigación básica como en aplicada. Parecen ser algo así como una llamada a mirarnos a los pies y pensar por unos momentos dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos. Algo así como “espera espera… ¿qué estamos haciendo con todo esto? ¿cómo hemos acabado aquí?… volvamos al último punto en el que sabíamos lo que estábamos haciendo”, o en el que al menos hacíamos lo que sabíamos…

En definitiva, el artículo supone un llamamiento a la cordura, al reparo, pero sobre todo al escepticismo y al sentido crítico: no es útil todo lo que es moderno, ni todo lo que lleve el prefijo neuro- es mejor.

Sentemos las bases de un campo de conocimiento, y aumentemos la comunidad de manera integradora, por supuesto, pero sin caer en el “todo vale”, por una simple razón: no todo vale, hay cosas que sí y cosas que no, y nuestra profesionalidad es la mejor herramienta que tenemos para intentar discernirlo.

 

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