La relación terapéutica es un aspecto del trabajo en salud mental que está cada vez más en boga, posicionándose como factor esencial en multitud de modelos de trabajo. No obstante, también resulta compleja su definición, dejándose a menudo su abordaje al criterio de cada profesional. Concretamente, en el caso de personas con algún diagnóstico característico en el campo de las psicosis, la relación entre el profesional y la persona ha quedado relegada a un segundo plano, no siendo casualidad que haya sido también el papel del psicólogo considerado “accesorio” o limitado a las personas que presentan mayor estabilidad o síntomas menos “floridos”.
¿De qué estamos hablando en realidad cuando nos referimos a la relación terapéutica? ¿Qué papel juega en realidad en el proceso de la psicoterapia? ¿Es posible establecer un vínculo que favorezca el cambio en personas con un diagnóstico de psicosis? ¿Puede operativizarse “la relación” de manera que pueda ser cumplir una función en terapia? Las Terapias Contextuales suponen un marco especialmente útil desde el que dar respuesta a algunas de estas cuestiones. En primer lugar, desde esta perspectiva se asume que el terapeuta y la persona comparten un contexto social y cultural común. Con esta visión es posible establecer un vínculo “natural” basado en la concepción de que ambos agentes de la relación son seres humanos en igualdad de condiciones. Las implicaciones de esto no son banales ya que de este modo estaremos aceptando la posibilidad de cambio en el otro y nuestra influencia—desde el rol de terapeuta—para promover este cambio. Así mismo, este acercamiento hecho desde el respeto, la humildad y la honestidad de considerarnos “iguales” nos impulsa a conocer a la persona en su globalidad (su historia y la implicación de esta en sus inquietudes y valores) y no sólo los signos o síntomas que nos orientan a un diagnóstico. Para mi, en el contexto de trabajo, estas concepciones han tenido como resultado un aprendizaje que no sólo ha tenido un impacto en el ámbito laboral, sino también en un plano más personal.
Establecer un vínculo terapéutico desde esta concepción es no obstante un reto para el terapeuta. Lo es en cualquier contexto, pero más si cabe en el campo de la psicosis. Compartir un contexto socio-cultural implica asumir que uno está expuesto a ciertas ideas o principios que pueden interferir en el proceso de la relación terapéutica. Las concepciones habituales y los prejuicios hacia estas personas no están exentas de aparecer en el entorno sanitario (más bien en este entorno el problema está más acentuado). En este contexto llevar a cabo ciertas estrategias para establecer un vínculo adecuado puede apreciarse como desafiante por parte de otros compañeros—así como un reto para uno mismo–y por tanto son comportamientos susceptibles de ser castigados. Ser capaz de discriminar lo que pensamos y sentimos en la relación con el otro en terapia, así como los valores personales que guían nuestra labor es una herramienta que puede sin duda facilitar el proceso.
En este sentido, este análisis exhaustivo de nuestro comportamiento como terapeuta, tanto en el contexto general de trabajo como en el contexto de la relación con la persona, supone un marco para la definición y el uso del vínculo terapéutico con una función en terapia. Desde una perspectiva contextual-funcional, la Psicoterapia Analítica Funcional (FAP) nos aporta una guía para emplear el análisis funcional en el marco de la relación terapéutica. Esto nos permite observar, evocar y reforzar comportamientos, analizando nuestro propio impacto en el otro (y viceversa). Este análisis potenciará lo procesos de intervención a la hora de trabajar para favorecer comportamientos alternativos en presencia del malestar (por ejemplo, síntomas positivos) facilitando la sociabilidad y la funcionalidad en diferentes entornos, así como abordando dificultades relacionales a menudo presentes en las historias de aprendizaje de estas personas. Si la relación es “real y natural” asumiremos que lo que ocurre entre nosotros será equivalente a lo que ocurre entre la persona y otros miembros de la comunidad (en el contexto del resto de relaciones que establece en su vida) haciendo posible moldear el cambio en el otro (aceptando también el cambio y el impacto en nosotros mismos).
Este abordaje es posible en personas con un diagnóstico de psicosis, siempre adaptándose al contexto (recurso) en el que se aplique. Dotar de un papel destacado a estos aspectos podría sin duda facilitar el trabajo terapéutico en el marco de la psicosis y es por eso la alianza, la relación y el vínculo terapéutico son palabras que han resonado y persisten en multitud de modelos y escuelas, no siendo por otra parte pocas las barreras que aparecen para su adecuado empleo en la práctica clínica real.